LUGARES/REPOSO/AMALUR/Beatriz Calvo: “Los que vengan a vernos encontrarán, por encima de todo, a la Madre Naturaleza”

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Updated: julio 5, 2022

Beatriz Calvo (izquierda en la foto) es una buena amiga. Está al frente, junto a Rosa Martos, de Amalur, en Navarra. Un lugar donde reencontrar la paz, la salud, el sosiego y la luz. Todo, por supuesto, extraordinariamente ecológico y con consciencia. Una consciencia que toma aquí forma de manera emblemática, mucho más allá del palabrerío de los medios y las redes. En un entorno para comérselo. Luz exterior e interior. Pedro Burruezo entrevista a su amiga y compañera en eso del periodismo de la luz.

-Háblanos de la nueva vida que tiene Amalur… ¿Qué es? ¿Una escuela de salud, una casa rural…?
-Amalur es el nombre que le hemos puesto a lo que a nosotras nos gusta llamar una Escuela de Salud que tiene como maestra principal a la Madre Tierra, que eso es lo que significa ese nombre en euskera. Esta escuela se ubica en un caserío navarro, de nombre Arotxenea, en medio de una naturaleza privilegiada, rodeado de montes y bosques y de un silencio que habla alto y claro de lo intangible, de lo esencial. Buscamos propiciar el encuentro con uno mismo y con la expresión evidente del Milagro de la Vida que se tiende como un manto verde en este remoto valle del Baztan. Amalur, la Gran Madre, la Madre Tierra, es otra manifestación del arquetipo del eterno femenino, que danza en estos parajes con el Cielo y esa danza del cielo y la tierra, que ha sido secuestrada en las grandes urbes, es la única que puede sanar esta profunda desconexión que viven las sociedades contemporáneas con la dimensión interna y externa de la Naturaleza que ha traído como consecuencia una precipitación de las catástrofes sociales y naturales que se han visibilizado de forma global en la última pandemia y que expresan una cultura civilizatoria que ha olvidado la dimensión sagrada de la Natura y del lugar que le corresponde habitar  al ser humano en el vasto e infinito cuerpo cósmico que incluye la tierra y el cielo. Hoy más que nunca, la respuesta a este panorama de crisis sistémica que  vivimos es una actitud proactiva que genere una profunda revolución desde dentro. Una ecología para el alma con palabras que señalen verdades esenciales y con actos que nos permitan encarnarlas como la meditación y la contemplación que devuelven la armonía al ecosistema del alma. Herramientas que exigen la vocación de querer sanarnos para sanar el mundo. Pues el mundo es un reflejo de nuestro mundo interior; si está pacificado, iremos sembrando tras nuestras huellas… primaveras. Por eso, este lugar en medio de un valle recóndito es una escuela de salud, pues cuando arraigas los pies en un suelo vivo, sin asfalto, la fuerza de lo telúrico te comunica no solo su energía sino de forma silenciosa y sencilla su sabiduría, sus arquetipos, los principios que animan a la tierra a ser quien es, y esa firmeza del sustento, de la base sólida que gesta todo lo vivo permite ubicarse en un lugar más sosegado. Y, al sentirse rodeado de la belleza perfecta de una flor, de la armonía natural de un bosque meciéndose con el viento, de un lugar sin cobertura de teléfono, donde las rapaces no cesan de atravesar el cielo con sus danzas… algo se centra de forma natural y empieza el proceso de sanación que todos percibimos cuando hacemos una inmersión en la naturaleza. En segundo lugar es una escuela porque sus promotoras, Rosa Martos y Beatriz, aman ese concepto de la salud que abarca tanto la sanación como la salvación de lo que nos hace realmente humanos. Porque aman las medicinas tradicionales que han sido secuestradas por un tipo de medicina que parece más un negocio de lucro ominoso y saben que la verdadera medicina es preventiva, que el cuerpo, la mente y el espíritu son una unidad que hay que atender con alimento sano, respiración amplia y sin contaminación, agua pura, con vida; relaciones sanas con uno mismo y con el prójimo y una práctica diaria de concentración en lo real, a través de una práctica espiritual que nos dé un sentido de trascendencia. Nosotras somos las primeras alumnas de esta escuela, pues nos queda mucho por sanar, como a toda esta humanidad caída en el olvido, y nuestra  tarea principal es cuidar de este lugar para que otras personas puedan venir a escuchar a los vientos, a los bosques, a las montañas, a las estrellas…  hablar de lo divino y del encuentro milagroso de lo humano con la madre naturaleza, en definitiva, escuchar lo único realmente necesario en esta vida,  a la esencia revelándose en cada fenómeno, descubrir cómo dar con el fondo de realidad que somos y expresarlo en cada día. Volvemos a la Madre Tierra, a la gran maestra, para que nos enseñe a leer sus signos que escribe a diario en los horizontes. Volvemos a enhebrarnos en las estaciones, celebrando el recorrido del sol y la luna en nuestras vidas, y aprendiendo a dejar la mínima huella en nuestro caminar, aprendiendo a respetar toda vida que se cruce en nuestro camino y aprendiendo de nuevo a compartir desde la diversidad en la unidad. Esta escuela de salud se ubica en el Valle de Baztan y es, también,  la sede física de la Asociación Ecología del Alma y quienes nos visitan… vienen como socios, mediante una suscripción muy sencilla, para disfrutar de sus actividades, en la que destaca el simple y cada vez más necesario retiro del mundanal ruido y el encuentro fraternal alrededor de la vida cotidiana y, para quien quiera, de actividades como el Qi Gong y la meditación o la práctica de cocinar vida. Para ello hemos destinado tres apartamentos, con una o dos habitaciones, cocina, salón y baño, con capacidad para 11 personas y hemos preparado un  salón colectivo de 256 metros, con una sala polivalente para cursos, talleres, jornadas. Todo ello en medio de una naturaleza llena de presencia de vida, con once hectáreas de terreno, con un bosque de hayas incluido que habla alto y claro de lo esencial. Es también una escuela de salud, porque el caserío ha sido rehabilitado desde los principios del amor a la Tierra, que  es lo que debería dirigir todas nuestras elecciones, incluidas las constructivas. Casi todos los materiales utilizados son ecológicos y biocompatibles con nuestro cuerpo y el cuerpo de la tierra. Aislantes de madera ecológica, estucado artesano con yeso natural y microorganismos eficientes que purifican la atmósfera de cualquier elemento toxico volátil, suelos de bambú natural con barnices ecológicos, apantallamiento de cables para evitar la contaminación electromagnética, pinturas que no dañan los pulmones, tejidos naturales, biointeriorismo, decoración natural que cuida a las artesanías del mundo. Queríamos que el caserío fuera un aula temática de los principios de la bioconstrucción, enseñar cómo esa tercera piel que es el hogar ha de respirar y fuera un revulsivo existencial y didáctico al síndrome de los edificios enfermos.

LA VIDA
-¿Cómo la vida te ha conducido hasta aquí?

-Con la pandemia, ahora que el Tribunal Constitucional ha declarado ilegales todas las medidas de confinamiento, puedo decir en voz bien alta que el Estado secuestró mi vida anterior y tuve que cerrar mi actividad como profesora de meditación, mi participación en revistas como la vuestra de The Ecologist y otras cabeceras que han caído ante la crisis económica que han cocinado para nosotros, esos que siempre sacan ganancias en los ríos revueltos de las crisis. Me quedé de la noche a la mañana sin economía, como tantos, y tuve que pedirle a Dios un nuevo tramo de destino en el que me vistiese como a los lirios del campo ya que las instituciones que supuestamente velan por nuestro bienestar habían violado los derechos fundamentales de forma impune, considerados inviolables hasta la instauración de esta dictadura sanitaria que promete precipitarnos en una distopía sin precedentes, la del transhumanismo con su cuarta revolución industrial, que pretende convertirnos a través del tecnocontrol en algo parecido a ganado estabulado en las granjas del metaverso, para ordeñarnos el alma y la energía para la insaciable sed de datos y energía de la mal llamada inteligencia artificial. Viendo venir el fin de un mundo, la caída de un imperio que ha dado la espalda a lo sagrado, pensé que era el momento de volver de nuevo al seno de la tierra y pedir su protección. Después de cuatro años de exilio en las ciudades –llevaba 28 años viviendo en los montes hasta que un incendio quemó mi anterior proyecto- y viendo el control despiadado que el miedo realizó entre vecinos, aislándose unos de otros, y enfermando muchos de soledad, de desesperación, de miedo e incertidumbre decidí, una vez más, que había que volver a casa. Viendo la dependencia tan atroz que tenemos de una administración cada vez más corrupta y burocratizada sentí que era tiempo de hacer caso a los profetas y perderse en las montañas rezando entre los pucheros al Señor de los Mundos para que hiciese corto este derrumbe inevitable de esta anomalía cósmica que es esta cultura posmoderna. Recé y la oración siempre obtiene respuesta. Rosa Martos, creadora de una empresa pionera de superalimentos, llamada Salud Viva, creyó en este sueño de retorno a una vida más sencilla y compró este caserío navarro en la frontera con Francia, para no perder nuestra humanidad en el camino al abismo, al que desde mi humilde opinión nos lleva este progreso tecnológico que llaman la Cuarta revolución industrial. Una humanidad que va contracorriente de lo que preconizan los adalides del nuevo capitalismo transhumanista, pues el único crecimiento que da la plenitud se basa en el ser lo que realmente somos, la única dimensión en la que se puede crecer hasta el infinito es la de la sabiduría y amor, como ofrendas a la Madre Tierra y a todos los seres sintientes que la habitan y con los que compartimos este viaje de existencia, desde la última brizna de hierba hasta el último ser humano que habita en una jungla perdida. Dicho y hecho, en pleno confinamiento nos saltamos lo que ahora sabemos era ilegal y Rosa compró este lugar para desarrollar una aldea como la de esos famosos galos, que se iba a materializar en una vivienda colaborativa rural, con un grupo inicial de varias amigas que, viendo el fin que tienen los ancianos en las residencias, decidieron sumarse, para recuperar lo que nunca teníamos que haber delegado, nuestra salud, nuestra alimentación, nuestra educación, nuestra manera de morir, nuestra soberanía, en la medida de lo posible, o al menos intentarlo, morir plantando árboles. Pero el hombre propone y Dios dispone, la realidad no se discute, y en el transcurso del proceso tuvimos que soltar nuestro sueño de una cooperativa rural, al darnos con la pesadilla de  las normativas que no quieren otros usos ni otras forma de habitabilidad, aunque los caseríos, al igual que las masías en Cataluña, se derrumben porque ya no existe la familia extensa que sea capaz de cuidar edificios de varios siglos de 800 metros, como el nuestro, a no ser que se permitan nuevas asociaciones, nuevos vínculos, ahora que la familia está siendo dinamitada y los hijos son hijos del Estado y son adoctrinados con ingeniería social para que nunca sigan el camino de sus padres, ni de sus tradiciones, ni de sus raíces, sino el del hipnotizador regente de la cultura de masas, producir y consumir hasta morir. Han sido dos años de obras, de intensas pruebas. No ha sido nada fácil rehabilitar en medio de cuarentenas forzadas, sorteando la locura que se extendía como una mancha de petróleo negro en nuestras familias, amistades; con problemas de abastecimiento, encarecimiento de los materiales, dirigiendo una obra compleja, y, al final, el sueño de construir un arca de Noé exterior, para sanarnos y salvarnos de esta locura una pequeña comunidad, que pudiera servir de ejemplo para otros colectivos tuvo que dar paso a esta casa para el reposo, para amigos itinerantes, que vienen y se van y sólo Dios sabe que sucederá en el futuro. Ahora toca compartir los frutos deliciosos de un lugar que te hace sentir en otra dimensión pues ofrece una experiencia de silencio y recogimiento en medio de una naturaleza donde la vida está tan presente que habla a raudales de esa verdad que todos buscamos.

EL PÚBLICO
-¿Qué tipo de público está empezando a responder a la llamada de esta nueva versión de Amalur?

-Primero han llegado los amigos y los que fueron mis alumnos de meditación que durante dos años me han pedido que lo hiciera virtual y yo me negaba a entrar en esa nueva economía de lo digital, secuestrada en  mi casa sin poder oler, sentir, respirar a mis alumnos, o sin poder interaccionar con mis entrevistados en Ariadna TV. Vienen y meditamos juntos como antaño y las lágrimas caen de alegría por recuperar ese espacio de calidad en el silencio.  Llegan también personas que me leen desde hace años y que me siguen en esas redes sociales que fagocitan lo relacional, pues cada vez es más difícil reunirse y vienen para ponerle cara, presencia y abrazo a una amistad a la que le faltaba el cuerpo. Llegan para recibir y para dar, para apoyarnos, pues no ha sido fácil llegar hasta aquí, solas, sin la ayuda con la que íbamos a contar con nuestras amigas, para aportar en forma de donativos por lo que sencillamente ofrecemos, una estancia de altísima calidad. Llegan también voluntarios que quieren tener una experiencia de intercambio y pasan dos semanas o un mes ayudándonos con las tareas cotidianas de este gran hogar y que se van como amigos del alma.

AMALUR
-¿Qué encontrará la persona que visite Amalur?

-Encontrarán primero a la Madre Naturaleza, nuestra casa común tendida de una forma extraordinaria en estos paisajes remotos y desconocidos. Estamos rodeados de bosques y montañas y de un silencio difícil de encontrar. Después encontrarán a Rosa Martos Orihuela, que ha tenido consulta de medicina china durante 20 años y que es una empresaria de éxito que lo ha dejado todo para volver a la tierra y que su sueño era ser un médico rural. Una enciclopedia viviente de medicina natural y energética, profesora de Qi Gong de la Escuela de Pedro Valencia y que mientras nos prepara el desayuno nos enseña cómo seguir esa máxima hipocrática de que nuestro alimento sea nuestra medicina. Hipócrates, Galeno, Lao Tse, surgen en cada conversación alrededor del milagro de los alimentos, muchos de ellos de su propia empresa, que deleitan a la vez que nutren el cuerpo y el alma y que escoge dependiendo de la patología que las personas que se sientan a la mesa tengan. Enseñándonos entre medias de su humor gaditano los alimentos que drenan, los que quelan, los que desinflaman o desatascan, los vitalizadores. Los secretos del ayuno intermitente -seguro de vida y longevidad-, la importancia de cómo cocinamos para preservar el máximo de nutrientes y, en definitiva, la experiencia terapéutica de toda una vida al servicio de nuestros invitados. Se encontrarán a Beatriz, que lleva toda la vida buscando y, a veces, encontrando los frutos de la práctica de la meditación y la oración y que junto al Qi Gong, disciplina que ha enseñado durante años, van posándose en el alma y cuya vocación es comunicar la sabiduría que todas las tradiciones han destilado en sus respectivas vías. Queremos que se encuentren una invitación  a recuperar la Salud, que empieza con ese primer paso de la interiorización y que la amistad espiritual y la naturaleza procuran. Una escuela que siembre en cada visitante las necesarias  semillas de transición  a una manera distinta de habitar la Casa Común de la Naturaleza y la casa del alma, buscando propiciar una transformación en nuestro modo de ser o estar en la vida que la tierra y el cielo claman y que no pueden esperar.

POLIACTIVIDAD
-¿Cómo lo haces para llevar tantas cosas hacia adelante, la casa rural, el proyecto editorial, tus filmaciones de entrevistas…?

-No lo sé, Pedro, a lo mejor es demasiado, pero todo es vocacional. El Bien tiende a comunicarse, por eso sigo escribiendo las crónicas de este vivir fuera de formato o buscando fondos para poder seguir entrevistando en Ariadna TV, editando libros que permitan a los náufragos de este sistema encontrar pistas de regreso a casa. El secreto del Norte dicen que es la fuerza y son tiempos en los que hay que ser fuerte, pues lo que viene es muy difícil de integrar. En un caserío el nivel de tareas es altísimo, no hay gimnasio en el mundo que pueda emular los miles de movimientos que hay que realizar a diario, para escardar las adventicias del huerto, sembrar laS nuevas lechugas, segar los eternos prados verdes del Baztan, recoger la leña del invierno, serrar aquí y allá los árboles que se desploman, recordándote tu propio desplome por el transcurrir de los años, correr detrás de una manada de yeguas salvajes para que no  se coman el jardín. Uno de los trucos es ver todo el caserío y sus tareas como la exteriorización de las tareas que hay que acometer en la casa del alma. Lijar la madera es lijar en el alma, por ejemplo, las malas palabras,  limpiar las ventanas es limpiar la mirada. Luchar a mano armada con las zarzas es luchar  a diario con los pensamientos aflictivos que pretenden adueñarse del jardín del corazón y afligirlo. Es estar vigilante a cada paso de no perder la comba del presente, único ámbito en el que es audible lo Real. Es aprender a tirar de la rienda de la inercia del hacer para ir a rezar al mediodía y recordar lo único realmente necesario. Saber saltar de la actividad del cuerpo a la de la mente para que se inspire y prepare una entrevista sobre poesía mística. Es aprender flexibilidad, cintura para bailar la vida. Gracias a Dios, mi madre es un modelo para mí, una madre nutricia de Cantabria, que crió sola a seis hijos, infatigable, con voluntad de hierro, que, aún con 83 años, sube montañas, nada en el mar y anda kilómetros a diario y me inspira cuando la queja quiere subir a mi boca. Si Dios me ha puesto la prueba de tantas cosas es porque me quería más fuerte, más capaz. Quizá la clave esencial para no sucumbir en la multiplicidad que cada vez va a más velocidad es el recuerdo del Uno, recordar que solo estás haciendo un acto en todas las tareas que nos propone la vida, y que es el acto de adorar a Dios, agradecerle el don de la vida poniendo amor y sabiduría. Hacerlo todo en Su Nombre, buscando la excelencia que queda tan lejos aún, pero que es una estrella polar. Sabiendo que la mirada no Le alcanza, pues uno se reconoce pobre, pero Él alcanza la mirada, y uno está viviendo en su Presencia, por lo que hay que cultivar a diario ese recuerdo, después, incluso, de cada fracaso, de cada nuevo olvido de lo que está en juego en esta danza cósmica que nos ha convocado a danzar, para encontrar, si Dios quiere, esa clave misteriosa del Tao de  hacer sin hacer, de estar en el mundo sin ser del mundo. Caminar hacia esa estación del espíritu donde la mano que ase la azada, el pie que camina hacia la leñera, el ojo que ve la visión de la aguileidad no es uno sino Él en nosotros. Y que esa fe de estar en su seno viviendo en su Ser, que a veces es certeza, sabor, sea la Vía que nos da impulso para seguir peregrinando hacia la Morada Santa, en medio de todas las pruebas que Su destino decrete, pidiendo Su Fortaleza y Su Amor para atravesarlas todas sin olvidar lo esencial que se tiende en todas ellas y que es un absoluto Misterio solo descifrable desde el Corazón. Ojalá.