“LOS PRIMEROS MIL DÍAS”/Elisabet Silvestre / “La infancia de hoy son los adultos del mañana”

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Updated: mayo 7, 2024

Elisabet Silvestre es doctora en Biología. Es una gran referente y docente en biohabitabildad en varios másters y posgrados de Arquitectura, Medicina y Enfermería. Destaca como autora en libros sobre cómo el estilo de vida contribuye a la salud de las personas y del planeta, cómo los pequeños cambios de hábitos son realmente poderosos. Autora de “Vivir sin tóxicos”, “Tu casa sana”… acaba de publicar “Los mil primeros días”, todos con la editorial Integral. Su nueva obra se presentará en BioCultura BCN. Y contará con Elena Codina (pediatra y coautora del libro) y el científico Nicolás Olea, el gran experto español en todo lo que se refiere a las consecuencias de la exposición a químicos tóxicos que son disruptores endocrinos. No te puedes perder esta presentación.

-¿Le puedes explicar/resumir “Los primeros mil días” a alguien que no lo haya leído?
-Los mil primeros días de vida es un periodo que incluye desde el embarazo hasta el segundo cumpleaños. Los meses de embarazo hasta el nacimiento son unos 270 días; el primer año de vida, 365 días; más otros 365 días del segundo año de vida. Total… son 1.000 días. Dedicamos un libro para dar a conocer lo que pasa durante los mil primeros días porque es una etapa muy sensible en la que se da forma a un ser vivo, se forman los órganos y tejidos, en particular el cerebro, y es un momento en que el estilo de vida resulta una herramienta poderosa, una oportunidad para que los hábitos vayan acordes con construir esa vida de forma más saludable.

UNA GUÍA DE DEFENSA
-¿Podríamos decir que es una guía de defensa contra la exposición a disruptores endocrinos y otras perfidias de la modernidad?
-Los estudios científicos muestran cómo la exposición a las sustancias con efecto de disruptor endocrino que forman parte de muchos productos del día a día pueden llegar a la placenta e interfieren en el desarrollo durante el embarazo, y también durante la infancia. En el libro abordamos cómo aprender a reconocer estas sustancias en la comida, en los productos de higiene personal, los cosméticos o los de limpieza de la casa. Si como consumidores conocemos podemos tener la oportunidad de optar por otras opciones con menos tóxicos. Aunque también tratamos otros temas relevantes como el déficit de naturaleza en la infancia, otra de los cambios de la modernidad; el no usar las pantallas como “canguros o chupetes emocionales”; y el dedicar tiempo de calidad a los más pequeños creando lazos de amor.

LA PRESENTACIÓN
-¿En qué va a consistir la presentación que vas a recibir en BioCultura BCN? ¿Quién te acompañará?
-Es un placer volver un año más a BioCultura, en esta ocasión para presentar este nuevo libro, que he escrito a cuatro manos, con la pediatra Elena Codina, responsable de la Unidad de Salud Medioambiental del Hospital San Joan de Déu de Barcelona. Además, es todo un lujo contar con el prólogo del doctor Nicolás Olea, seguro que los habituales de la feria lo conocen bien. Olea es investigador, pionero, referente y un gran divulgador. Como catedrático de Medicina y facultativo especialista en la Universidad de Granada, en el Hospital San Cecilio, está al frente de muchos estudios que abordan la disrupción endocrina. Los tres vamos a hablar de hábitos saludables en las primeras etapas de vida, y aplicables a todas las etapas de la existencia.

 ¡CAMBIOS EN LAS CONDUCTAS?
-Algunos cientí
ficos están alertando ya de que la exposición a disruptores endocrinos no sólo afecta a los físico/fisiológico, sino también a las conductas. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
-Los estudios indican su relación con el neurodesarrollo, la capacidad cognitiva, están asociados a enfermedades neurodegenerativas, también son capaces de interferir en la microbiota que está implicada con el eje intestino-cerebro que también tiene su papel en las conductas, problemas de concentración, de aprendizaje, conducta alimentaria… A medida que se conoce más, que los estudios científicos aportan datos, se puede constatar cómo estas sustancias con capacidad de interferir en nuestras hormonas afectan a los distintos sistemas del organismo. 

LA CRIANZA Y EL ALMA DEL MUNDO
-¿El mundo va a peor porque criamos mal a nuestros beb
és?
-La infancia de hoy son los adultos del mañana. Justo el término “Los mil primeros días” nace de la evidencia que las carencias nutricionales en estas primeras etapas llevaban a que esos bebés, niños y niñas, en su etapa adulta, además de tener un peor estado de salud, también se asociaba con una peor situación social. Una cosa es comer y otra, nutrirse. Eliminar los ultraprocesados de la mesa, los productos envasados listos para comer, es una clara apuesta para que una vida más saludable de la infancia, y también para un planeta más sano. De hecho, la organización que lleva el nombre de “Los mil primeros días” (the thousanddays.org) se presenta como un camino hacia un futuro más próspero de la infancia. Si como adultos conocemos y practicamos propuestas de estilo de vida más sano, eso lo transmitimos a la infancia, lo viven en casa de forma natural. Los hábitos se “heredan” y la crianza es un momento precioso para poner los cimientos de la salud de toda una vida.

 LOS LIBROS
-¿Puede un libro cambiar el mundo?
-Algunos han sido y siguen siendo un referente para varias generaciones. En el libro “Los mil primeros días” justo citamos dos libros que han sido un eslabón de cambio. Los hemos destacado en un recuadro y hemos titulado como “Dos libros para la historia”. Están escritos por dos mujeres pioneras, científicas, valientes… Me refiero a Rachel Carson, con su libro “La primavera silenciosa”, y Theo Colborn con el libro “Nuestro futuro robado” -escrito junto a John Peterson Myers y Dianne Dumanoski–.

SECTOR ECOLÓGICO
-¿Cuál es tu opinión sobre el sector ecológico despu
és de tantos años en la brecha?
-Si miramos atrás, se ha venido sembrando un camino que ahora ya da frutos muy visibles. La ciudadanía conoce mejor qué comporta el apostar por una producción que cuide de la tierra, de la biodiversidad, de las personas que cuidan a la tierra. No sólo es el producto final que me puede beneficiar como consumidor, sino toda la cadena de producción en la que hay que poner en valor a los agricultores y a la Tierra. El mensaje ha ido calando, se conoce más acerca de la sostenibilidad bien entendida, la de no comprometer las generaciones futuras para abastecer la actual. La comida del “todo a cien” tiene que dar paso a la que nutre de verdad, y digo nutrir en todos los ámbitos, también el social y el planetario. Lanzaría una reflexión de reconsiderar los productos procesados y muy procesados, incluso si están certificados ecológicos, así como los embalajes. La calidad del producto que comes importa; el envase, también. Ecológico y en plástico, no es un tándem ganador. Ecológico, ultrapocesado, y en plástico, tampoco es trío ganador. Hay que distinguir los alimentos de verdad, de los productos comestibles, incluso si se presentan bajo el sello ecológico. Se trata de priorizar los alimentos frescos, de temporada, de proximidad, sin tóxicos… La salud, primero; la global y planetaria.