¿Cómo llevan esta situación del coronavirus los pequeños productores?

By
Updated: marzo 28, 2020

En el transcurso de las dos primeras semanas de crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus se han producido cambios rápidos en las condiciones de vida y de trabajo de muchas personas, y de modo muy particular, en la venta y consumo de alimentos. Hay cambios en la accesibilidad y en la sensación de necesidad y de seguridad respecto a los alimentos.

El estado de alerta considera como servicios esenciales todos los productores agroalimentarios, de distribución y suministradores. Pero el juego es desigual según el tamaño, y el panorama del suministro alimentario está sufriendo un seísmo de fondo que seguramente tendrá un largo recorrido para su asentamiento. En estas semanas han crecido en más de un 50% las ventas en la gran distribución y supermercados; y han decrecido en similar medida las ventas en canales tradicionales por el cierre de mercados y mercadillos.

Pero en esta última semana están siendo muchas las pequeñas iniciativas agroecológicas de proximidad, especialmente las que ofrecen servicio a domicilio, que han crecido también en un 50%. “Estamos doblando cada semana los pedidos”. Miles de personas aprovechan para buscar otros suministros o para cambiar de alimentación, aumentar un poco el consumo de hortalizas y frutas de temporada. Muchas personas son ahora conscientes de que la globalizacion y el deterioro de la naturaleza están en el origen de la pandemia.

 

Algunas personas recordamos la importancia de los suelos orgánicos y vivos para la salud de los ecosistemas, del planeta y de nuestros comensales. La alta biodiversidad microbiana en los suelos que nos alimentan correlaciona con una mayor diversidad microbiana en el intestino grueso de quien ingiere alimentos orgánicos, los cuales contribuyen a fortalecer el sistema inmunitario. Efectivamente, todo esto va de lo micro: de microbiología y de microeconomía; y ambas cosas confluyen en la agroecología.

Las llamadas genéricamente redes agroecológicas, provinciales o regionales, se conforman sumando y entrelazando iniciativas, a partir más o menos de 1.000 consumidores y alcanzando en algunos territorios magnitudes de más de 10.000. En lo relativo a los productores de hortalizas, lácteos, pan, pasta o frutas, nos encontramos con magnitudes de entre 10 pequeñas iniciativas en los casos más incipientes y locales, hasta cerca de 200 en ámbitos como la Comunidad de Madrid o la provincia Granada, y hasta las más de 500 pequeñas productoras en las redes más extensas de Cataluña, Euskadi y Navarra.

Frente a estos entramados de lo micro, es importante el contraste con el otro modelo, el de las escalas grandes de producción y distribución. Son ecológica y energéticamente menos eficientes, pero que sin embargo cuentan con todo el apoyo del sistema financiero y de las ayudas institucionales de la Política Agraria Común Europea (PAC) o del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder).

La mayoría de los alimentos provienen actualmente de estos procesos de especialización industrial de grandes y medianas empresas. Son ellas las que convierten a Castilla León en un gran productor y suministrador de harinas, pastas o lácteos; a Cataluña, en despensa de productos del porcino o del vino; y a Andalucía, en la horticultura intensiva y oleicultura, entre otras especializaciones agroalimentarias, que llegan, cada vez más a las grandes superficies para alimentar a las nubes de consumidores volátiles. Porque aquí no podemos hablar de redes.

Pero en los últimos años, su lucha ha sido muy desigual. La mayoría de los recursos de I+D+i, públicos y privados, se han dirigido a esas grandes cadenas de producción y consumo, y a enfoques intensivos biotecnológica y financieramente. El enfoque, agroecológico, silencioso, infinitesimal, tiende a tejerse con menos inversiones de capital y con más calor humano que financiero. En muchos casos las iniciativas son autoempleos muy frágiles; pero casi nadie se entera de sus penurias o de sus quiebras, mientras a los grandes se les conceden ERTES en apenas unas horas. Los sistemas alimentarios de base social y territorial solo se tienen entre ellos, desde la insignificancia, potente y creciente, de sus enlaces directos entre productor y consumidor.

Ambos modelos están luchando estos días para consolidar y aumentar su capacidad, con muchas dificultades de suministro y llevándonos al borde del desabastecimiento. Pero tienen motores de consumo muy diferentes: unas crecen porque hay compras impulsadas por el miedo ante ese desabastecimiento; las otras, las agroecológicas, porque cada día hay más personas dando un salto para garantizar la soberanía alimentaria de mayor proximidad. Este susto de la globalización nos está haciendo mirar a la belleza de la relocalización. Las redes agroecológicas parecen abocadas a crecer, y a tener, en unos años, magnitudes de centenares de miles, dejando su actual marginalidad estadística, mirando a la cara a los modos y canales modernos.

Esta situación de alerta tiene su epicentro en una epidemia sanitaria, pero tiene su hipocentro (profundo) en una sindemia global: muchas crisis agolpándose, detrás del liderazgo del escaparate de este virus con corona.

En astrobiología se habla de terra-formación como la fase en la que la ciencia sea capaz de asentar colonias humanas en otro planeta, produciendo alimentos y reciclando todos los recursos. La prioridad ahora es la terra-regeneración, la capacidad de la humanidad de reasentar comunidades regenerativas en este planeta en alerta sindémica. La agricultura y la alimentación no son un servicio básico del sistema de vida moderno, como los declama el momento de alerta; sino que son la base de los cambios del sistema de vida, para que deje de ser meramente moderna, y avancemos por esta angostura evolutiva hacia nuevos escenarios. Esto no hay quien lo pare.