La vida no tiene por qué ser tan dulce como nos gustaría…

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Updated: enero 16, 2024

Según diversos medios, durante la temporada 2022-2023 se alcanzó un consumo de azúcar de unos 176 millones de toneladas métricas, lo que supone un incremento de 2,4 millones con respecto a la cantidad ingerida durante el periodo equivalente anterior. Pero no todo son malas noticias, porque el consumo de azúcar en España no ha parado de descender desde 2013 —con la excepción de 2020, el año de la pandemia—, cuando se consumieron 199 millones de kilos, hasta 2021, que el consumo fue de poco más de 145 millones de kilogramos, una cifra similar a la de 2019.

Si tienes amargo el corazón, entonces el azúcar en la boca no te ayudará a ser más dulce
Proverbio oriental

Las razones del descenso de consumo en España pueden deberse a varios factores,  «Por un lado existe más conciencia poblacional sobre lo perjudicial del azúcar añadido gracias a las políticas nutricionales y las campañas de prevención y divulgación de profesionales que se han hecho. También ha habido una reducción del azúcar en productos procesados para adecuarse a los scores alimentarios y se ha producido una sustitución del azúcar por edulcorantes», explica la profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Diana A. Díaz Rizzolo. La profesora, además, ofrece cinco claves que pueden ayudar en este sentido.

MENOS DULZOR
Disminuir el umbral del dulzor que tiene cada persona. Podemos empezar reduciendo progresivamente el azúcar o ayudándonos con el uso de edulcorantes acalóricos como proceso intermedio para acabar acostumbrándonos al sabor natural de los alimentos.
Dedicar más tiempo a leer las etiquetas de alimentos. Hay numerosos alimentos a los que se les añade azúcar y el consumidor no lo sabe —salsas, aderezos, panes, embutidos, cereales de desayuno, yogures…— y para detectarlos es clave leer las etiquetas. Inicialmente, supondrá mucho tiempo, pero una vez tengamos claro qué alimentos sí y cuáles no, ya iremos a tiro hecho.
Priorizar alimentos frescos y mínimamente procesados. Cuantos menos alimentos ultraprocesados entren en nuestra dieta más difícil será no equivocarnos con nombres de etiquetajes imposibles de descifrar.
Predicar con el ejemplo en casa desde pequeños. Muchas conductas alimentarias son por repetición y los más pequeños incluirán hábitos que nosotros les inculquemos con nuestros actos.
Ser conscientes de que las respuestas cerebrales placenteras al azúcar son momentáneas, de modo que su consumo no nos hace más felices, sino que activa vías de señalización semejantes a algunas drogas recreativas, por lo que podemos decir que nos hace adictos.

LA ADICCIÓN AL AZÚCAR
Si la glucosa no se necesita inmediatamente para generar energía, el cuerpo puede almacenar hasta 2.000 calorías de ella en el hígado y los músculos esqueléticos en forma de glucógeno. Una vez que el almacenamiento de glucógeno está lleno, estos carbohidratos se almacenan como grasa. Un consumo excesivo de azúcar puede conducir a:

  • aumento de peso no deseado
  • obesidad
  • diabetes
  • alteraciones hepáticas
  • diversos tipos de cáncer
  • enfermedad cardiovascular
  • hígado graso
  • enfermedad cardiometabólica
  • hiperlipidemia
  • desórdenes del comportamiento
  • caries

UNA SOCIEDAD “ENGANCHADA”
Y es que vivimos en una sociedad adicta. A las drogas (legales e ilegales), al azúcar, a la grasa, al porno, a las tecnologías, al alcohol… La exigencia dopamínica es extraordinaria. La adicción al azúcar no se diferencia mucho de la adicción a ciertas drogas recreativas. Todo lo que se haga, desde el terreno público o privado, para hacer descender el consumo de azúcar es una pequeña batalla ganada a la patología y al exceso. Si la vida no siempre es dulce, no pasa nada. Vivir con constricción tiene innumerables virtudes. Ser más espartanos, también en el consumo de dulces, nos hará más fuertes. Y, si alguna vez consumes azúcar, consume poca, que sea ecológica y de la mejor calidad posible.