BIOCULTURA MADRID ¿SOMOS “QUIMIOFÓBICOS”? / La evidencia científica descarta el “terraplanismo” en la crítica a la industria química…

By
Updated: noviembre 5, 2025

Sin duda, uno de los debates de este año se titula: “¿Evidencia científica o quimiofobia?”. ¿Somos terraplanistas y “hippies iluminados” todos aquellos/as que denunciamos cómo la industria química está deteriorando la salud de la ciudadanía, de los ecosistemas, de las generaciones futuras, de la Tierra….? ¿Somos unos absurdos “quimiofóbicos”? ¿Estamos desnortados? No. ¿Quién está más ciego? ¿De qué va todo esto? Entérate en BioCultura Madrid 2025. El día 9 de noviembre a las 12h. Sala N106. Con Nicolás Olea, Blanca Gómez, Néstor Sánchez, Victoria Moradell… Organiza: “La Resil-Ciencia Show & Podcast.

Cuando la dictadura es un hecho… la revolución se vuelve un derecho
Víctor Hugo

Uno ya está hasta el cogote de que, en los medios de masas, se ridiculice a todo aquel que le pone coto a las formas en que la Modernidad nos agrede. Sí. Los axiomas que cimentan el mundo moderno se sostienen sobre una serie de mitos falsos que la industria y los gobiernos manejan sin prácticamente oposición. En el terreno alimentario y sanitario, el asunto es realmente peligroso. Los medios y las autoridades nos llaman a consumir todo tipo de productos perniciosos para la salud que se producen mermando la biodiversidad y la vitalidad de los ecosistemas. Detrás de todo eso están los diabólicos disruptores hormonales, presentes en biocidas, plásticos, retardantes de llama, fungicidas, fertilizantes, etc. Los gobiernos, las instituciones internacionales, las empresas… nos dicen que todo está bajo control. Si alguien se salta los dogmas… será marginado y apartado de los centros donde se toman las decisiones. Y los medios le destrozarán. ¿Somos quimiofóbicos los que criticamos la impunidad con que la industria química lanza al mercado productos altamente nocivos para la vida? No. La evidencia científica nos respalda.

ENFERMEDADES DE LA CIVILIZACIÓN
No hace falta ser un experto. Todo el mundo puede observar cómo la exposición a productos químicos nocivos ha multiplicado los casos de cáncer (y su aparición a edades cada vez más tempranas) entre la población. Otras enfermedades de la civilización alcanzan unas cuotas jamás vistas. Y la esterilidad se ceba entre los que quieren engendrar. Y las enfermedades neurodegerativas están a la orden del día. Y la virulencia es cada vez más agresiva. Al mismo tiempo, la industria médica desarrolla terapias y una aparatología cada vez más sofisticada. Pero es como pintar de blanco sobre una pared con humedades. O como escupir al cielo. Tarde o temprano, el escupitajo caerá en tu propio rostro. Lo que necesitamos es alimentos descontaminados, un medio ambiente limpio, aguas cristalinas y hábitos cotidianos saludables. Se nos niega lo esencial. ¿Somos terraplanistas? No. Insisto. No hay más ciego que el que no quiere ver. Científicos de todo el mundo han demostrado de todas las formas posibles hasta qué punto son peligrosos productos que están muy presentes en nuestro día a día y de cómo han entrado en la cadena trófica. Tenemos la suerte de que algunos de esos científicos, como Nicolás Olea, son sensatos, honestos, honrados y difunden la información de que disponen por el bien común. La próxima edición de BioCultura Madrid (del 6 al 9 de noviembre, Ifema) será un emblemático ejemplo de todo ello.

CALUMNIA QUE ALGO QUEDA
Una gran cantidad de medios de masas, y hasta académicos de una cierta sensatez, se apuntan al escarnio público del disidente. Pero un cierto consenso social en directivas sanitarias y alimentarias no es garantía de nada. Productos que ayer se vendían con total alegría… hoy están prohibidos en no pocos países. Incluso productos que están prohibidos en Europa son exportados desde la UE a África, Asia, América Latina…  Una locura. ¿Quién pagará las consecuencias de tanto despropósito? Decía el laureado periodista Carlos de Prada (también presente en la próxima edición de BioCultura Madrid) hace tan sólo una semana en esta misma atalaya informativa que “no siempre lo legal es ético”. La industria química ha inundado el planeta y los organismos de los seres vivos de peligrosos productos químicos que no desaparecen, que parecen eternos. Nos dicen que no hay peligro, que estamos en los mínimos permitidos. ¿Quién establece esos mínimos? ¿Y qué pasa cuando te revelas? Eres un “terrapalanista”, un “anti-progreso”. Y te cuelgan un sambenito. Y se ríen los incultos y los tertulianos. Tarde o temprano ellos mismos (y los suyos) enfermarán de aquello que hoy niegan.

LOS ADELANTADOS
En la novela que recientemente me publicó Mandala Ediciones, “Auto-Sufí-Ciencia (Una historia de gnósticos, gitanos, irredentos y otros periféricos”, cuento que, a finales de los 60, unos pioneros ya vislumbraron qué escondía la “Revolución Verde”, impuesta por las grandes transnacionales de la agroquímica. En ese momento, oponerse a la dictadura química en la agricultura era peor que ser un cordero entre una manada de lobos. El tiempo ha dado la razón a aquellos adelantados pero hoy el Sistema sigue encontrando estrategias para seguir despistando, para sus cazas de brujas y para continuar mareando la perdiz. “Sostenible” es la palabra mágica. Se utiliza para todo. Incluso para aquello que es apoteósicamente antisustentable. Mientras una masa apócrifa sigue las directrices del mundo globalizado ciegamente, una parte de la ciudadanía cada vez menos minoritaria… despierta. Siguen la brecha de aquellos que, hace 40 años, vieron con claridad cómo el enemigo es cada vez menos visible, más silencioso (recuerden el libro magistral de Rachel Carson, “Primavera silenciosa”), más subliminal. Yo asistiré al debate organizado por La Resil-Ciencia Show & Podcast. Hoy, la información es poder. Han pasado 40 años, pero la lucha continúa… Si quieren mantenerse a salvo de la contaminación química, lean los trabajos de Nicolás Olea, Carlos de Prada, etc. Si los maliciosos les tildan de quimiofóbicos… esbocen una elegante sonrisa y eviten entablar debate con los ignorantes.